Lucres Del Trineo De Santa

DE CATHY & JANICE HISTORIA DEL TIEMPO DE CAMA

 

Por Joe Pegasus

Copyright 2010

 

Una víspera de navidad, Cathy, de nueve años, y su hermana Janice, de cuatro, encontraron a su madre echándole agua al árbol de navidad de la familia y revisando las luces en el árbol. Janice haló el vestido de Cathy, su hermana mayor, y susurró: “Pidámosle a mami que nos cuente la historia de las luces del tineo de San Nicolás”. Cathy, riéndose, miró a Janice y la corrigió: Trineo. Las luces del trineo de San Nicolás. “Eso”, respondió Janice. “Las luces del tineo, eso dije”. Emocionadas por las centelleantes luces le pidieron a su mamá que les contara la historia de las “Luces del Trineo de San Nicolás”.

Acurrucadas juntas frente al árbol, mamá les contó: “En el trineo de San Nicolás, hay cuatro luces especiales. Cada una de ellas tiene un propósito: una para cada dirección: Norte, Sur, Este y Oeste. A menos que todas las cuatro luces de su trineo estén encendidas, San Nicolás no podrá volar a través de la noche oscura y nevada de la víspera de navidad para llevarle sus regalos a todos los niños y niñas buenos. Si falta siquiera una de las campanillas habría un gran dilema, porque no habría navidad”.

Las niñas aplaudieron, muy entretenidas con la historia de su madre. Toda la víspera de navidad las niñas cantaron la historia una y otra vez, incluso arropadas bajo las mantas en la habitación que compartían. ¡Qué maravillosa vista debe ser el ver las cuatro coloridas luces que adornan el frente de su trineo y a sus renos!

Esa noche después de que todos en la familia se acostaron y dormían profundamente, llegó un ruido desde fuera de la ventana de la habitación de las niñas. Desde el otro lado de la habitación, Cathy escuchó que su hermana preguntaba: “¿Escuchaste eso, Cathy?”. Como era curiosa, Cathy se escabulló de sus mantas y miró por su ventana. Todo se veía maravilloso porque había una manta de nieve cubriendo el patio de su familia. Relucía bajo un cielo oscuro y nevado. Pero, ¿qué había causado ese ruido? Janice fue a acompañarla a la ventana. Las niñas miraron a su alrededor. La nieve caía tan espesa que Cathy pensó decir: “¡Seguro esta es una de esas vísperas de navidad en que San Nicolás verdaderamente necesita las luces de su trineo!” Luego notaron dos pequeños destellos de luz escondidos en la nieve justo bajo la ventana de su habitación. “¡Dios mío, Cathy!”, dijo Janice entrando en pánico. “Mira la nieve. Hay un monstruo allí. Veo dos ojos de monstruo, uno rojo y uno verde”.

Cathy empujó a su hermanita por el hombro. “Tonta bebé”, la regañó. “Los monstruos no tienen ojos de diferentes colores”. Janice pensó en preguntarle a su hermana, mayor y más sabia, cuál era la razón, cuando de repente como un aliento sobre la fría ventana les pasó por la mente al mismo tiempo un pensamiento más aterrorizante y espantoso. Janice se volvió hacia su hermana mayor y gritó: “¡Esto es un didema!”. Aún en el drama del momento, Cathy la corrigió: “Un dilema”. Janice le respondió: “Sí, eso mismo es, ¡un enorme didema!”

 

Preocupada por qué cosa podría ser la luz, Cathy, con su hermanita detrás, salió corriendo de la habitación, bajó las escaleras, salió por la puerta del frente y fue al porche. Mirando a través de las mallas del porche, vio la luz. Cathy abrió la puerta del porche y salió. Se envolvió a sí misma con sus brazos porque hacía mucho frío, y miró a su alrededor. Cathy le gritó a su hermana que se quedara adentro porque si no, se iba a resfriar. Al principio Cathy no veía nada a través de la oscuridad y la nieve, pero luego percibió un destello brillante con el rabillo del ojo. Al mismo tiempo, desde dentro del porche, Janice gritó apuntando hacia el brillo: “¡Allí, Cathy! Mira allí. ¡Allí están!”. Cathy saltó hacia el lugar y se agachó, para luego sacar dos luces brillantes de la nieve. Las sostuvo en la mano, maravillada. Extrañamente, mientras sostenía las luces, se sintió cálida. Ya no tenía frío. Estaba muy feliz de haber encontrado las luces cuando surgió un pensamiento en su mente.

 

¡Oh no!”, dijo Cathy en voz alta con una mirada de preocupación. “¡Esta es una de las luces del trineo de San Nicolás! ¡No habrá navidad sin ellas!” Cathy decidió agitar las luces sobre su cabeza y llamar a San Nicolás. Gritó tan fuerte como pudo, con la esperanza de que San Nicolás la escuchara a través del viento y la nieve. Desde adentro, Janice también empezó a llamarlo, pidiéndole que viniera con lágrimas en los ojos. Después de que Cathy agitó las luces sobre su cabeza cuatro veces, desaparecieron en medio de unas chispas mágicas, y Cathy de nuevo sintió frío.

 

Entró corriendo al porche. “¿Viste eso, Jan?” Las chicas se maravillaban de su aventura de la víspera de navidad. ¿De verdad esas luces serían las del trineo de San Nicolás? ¿Las habrá recuperado? ¿Llegará la navidad? Pero las hermanas tenían frío y estaban cansadas así que regresaron a sus camas y se quedaron dormidas.

 

A la mañana siguiente, todos abrieron sus regalos y todos estuvieron muy contentos. La pequeña Cathy miró bajo el árbol y encontró un último regalo que tenía una tarjeta, dirigida tanto a Cathy como a Janice, de parte de San Nicolás. Emocionadas, las dos niñas abrieron el regalo juntas. Dentro de la envoltura, sobre una caja blanca como la nieve, había una tarjeta que decía: “¡Gracias! Aunque yo siempre llevo repuestos. San Nicolás”.

Cathy y Janice rieron y aplaudieron. Juntas miraron dentro de la caja, ¡y sacaron una luz verde y una roja del trineo de San Nicolás!

fin

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